Desde antiguo el ser humano ha establecido una profunda relación con “lo sagrado”. El misterio de la Vida ha despertado en nosotros ventanas hacia lo incognoscible. Ventanas que cada uno a su manera y según su tiempo y cultura, ha transitado como ha podido.

Una de las formas de relación con lo sagrado más extendidas a todas las culturas de todos los tiempos es la de realizar ofrendas en los lugares o imágenes de lo que para cada quien es sagrado como señal de petición o agradecimiento o reconocimiento.

En algunas culturas o religiones se han establecido imágenes o lugares de culto (templos) a los que acudir para realizar estos rituales. En otras culturas, sobre todo las más antiguas y ligadas a la Madre Tierra, son los propios lugares de la naturaleza los que nos hablan de este Espacio de conexión con lo sagrado. Y a esos lugares acuden las gentes a realizar sus ritos y ofrendas.
También desde antiguo, en gran parte de los rituales y las ofrendas, se contempla el dejar en el templo o lugar sagrado uno o varios objetos que nos representen o representen aquello que deseamos pedir o agradecer: los frutos de la propia Madre Tierra, objetos personales, flores o piedras que hemos recogido por el camino y que nos son significativos, elementos votivos todos ellos que nos permiten acceder, a través de su mediación, a lo sagrado.

Muchas veces, desde hace años, con las personas que se acercan a la Orden Druida Mogor viajamos a diversos países de Europa en los que se conserva huella y rastro de la antigua religión celta para conocer de propia mano cómo es y cómo se ritualiza lo sagrado en esta cultura.

Como miembro de la Orden Druida Mogor y como Archidruida, siempre me he sentido orgullosa de mostrarles el respeto con que la gente pagana cuida sus lugares de culto, los círculos megalíticos, los bosques, las cascadas, pozos y todo las demás cosas que conforman el universo de los celtas. Algo que era digno de conocer y aprender tanto por su respeto a la naturaleza como por el cuidado de sus santuarios.

Las mal entendidas “ofrendas”

Mantenerlos en su maravillosa y serena belleza,

es nuestro derecho y nuestra responsabilidad

La maravillosa y serena belleza de la propia naturaleza
¿Podéis creer que aquí pueda o quiera acercarse o vivir cualquier hada...tú lo harías?
Holy Well
Tumba de Merlín

Sin embargo, desde hace algunos años, venimos observando un fenómeno cada vez más extendido, que nos causa dolor, pena y cierta indignación.
Nuestro mundo occidental está deviniendo más y más laico, más y más alejado de la experiencia de lo sagrado con consecuencias duras y profundas que no son objeto de este artículo, pero sí lo es una consecuencia que tiene que ver con estos lugares de culto, de abordaje de la experiencia que para muchos aún es sagrada.

Y esta consecuencia es que muchas veces, el lugar sagrado deviene lugar de reclamo turístico, con su consiguiente degeneración y banalización. Y la acción sagrada, ritual, de ofrecer algo, dejando señal física de tu paso por el lugar, se ha convertido en una acción supersticiosa y banal que trae la consecuencia de que muchos lugares aparecen llenos de cintas, botellas, cadenas, tarjetas de crédito, e incluso cosas más zafias.

Otro aspecto de esta consecuencia es que estos lugares sufren de un descuido importante, aparecen sucios, dejados y abandonados; lo cual favorece esta acción de depositar en ellos nuestras “ofrendas basura” igual que podemos llenar un puente de candados o una fuente de monedas.

Lugares que nos han servido de refugio, de aula, de recarga y un largo etc., no son ni un reflejo de la maravilla que fueron simplemente por estar cubiertos de estas mal entendidas muestras de respeto que, quizás en su momento, pudieron lucir bellas, pero que pasados unos días y debido a las inclemencias del tiempo y el abandono, se ven ajadas y sucias, dando al lugar un aspecto de desolación.
Personas de diferentes procedencias y motivaciones (tanto espirituales como ecológicas) dedicamos parte de nuestro tiempo de ocio a limpiar esos sagrados lugares, liberando con ello los maravillosos árboles que son nuestros santuarios para comprobar, con disgusto, que en pocos días vuelven a estar repletas de tales porquerías.

Veo que ese tipo de “ofrendas”, realizadas, quiero creer, con la mejor de las intenciones, va aumentando cada vez más en multitud de lugares sagrados del mundo, y es por esto que, desde estas páginas, hago un llamamiento en favor de nuestros-vuestros santuarios, con la esperanza de que todos tomemos conciencia de lo que significa una ofrenda en un lugar sagrado y de que realizarlas desprovistas de su sentido profundo es más un sacrilegio que un agradecimiento para con la naturaleza, contradictorio con nuestras creencias.

Soy consciente, como he dicho al principio, de que siempre se han realizado ofrendas de una manera u otra, pero lo que mis ojos han visto, dista mucho de ser aquello que nuestros antepasados ofrecían.
Tengo la convicción de este modo que prolifera en la actualidad no es el adecuado. Creo firmemente que no hay mejor ofrenda que nuestra presencia respetuosa y nuestro trabajo espiritual bajo su protección.

Mantenerlos en su maravillosa y serena belleza, es nuestro derecho y nuestra responsabilidad.

Soy consciente de que si todos los que amamos y honramos a la Madre Naturaleza preservamos con nuestra conducta este modo de ser y estar, algo nuevo irá creciendo.
Sabiendo que mi petición no caerá en el olvido os envío mi agradecimiento de antemano.

Gracia Chacón
Archidruida de ODM

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