A través de la relación con los Cuatro Puntos Cardinales, aseguramos nuestro círculo al mundo, conscientes de su lugar en la red de las relaciones de la que cada uno de nosotros es el centro. Dividir el Círculo en Cuatro, nos aporta el símbolo de la Cruz Celta.
Al añadirle las direcciones estamos subdividiendo aún más, formando una rueda de ocho radios.
Si tomamos el perímetro del Círculo para representar el Ciclo del Solar a lo largo del año, los puntos donde los radios se unen con el borde, indican los ocho grandes festivales. Al celebrar estos festivales en el Circulo Sagrado nos alineamos con los ciclos del mundo natural reflejados en las estaciones cambiantes.
Imbolc: 1 de Febrero.
Final del Invierno – Inicio de la Primavera.
Equinoccio primavera: 21 de Marzo.
Mitad de la Primavera – Alban Eiler
Beltane: 1 de Mayo.
Final de la Primavera – Inicio del Verano
Solsticio de Verano: 21 de Junio.
Mitad del Verano – Alban Herun
Lughnassad: 1 de Agosto.
Final del Verano – Inicio de Otoño.
Equinoccio de Otoño: 21 de Septiembre.
Mitad del Otoño – Alban Elued
Samhain: 1 de Noviembre.
Año Nuevo Celta – Final del Otoño – Inicio de Invierno
Solsticio de Invierno: 21 de Diciembre.
Mitad del Invierno – Alban Arturan


Significa “en el ombligo” o “leche de oveja”. Es cuando en el útero de la Madre Tierra comienzan a dejarse sentir los primeros movimientos de su despertar. Las ubres de las ovejas se llenan de leche para alimentar a las crías que nacerán 40 días después. Los animales que han invernado también comienzan poco a poco a despertar de su letargo.
Es una festividad dedicada al fuego, pero esta vez la fuerza recae en la luz más que en el calor.
La luz comienza a deshacer la oscuridad del invierno. Cuando los primeros retazos de la primavera pueden sentirse en la distancia, nuestro cuerpo y espíritu renacen, lo mismo que lo hace la tierra.
Antiguamente se preparaba una cama ritual, invitando con ello a la Diosa y al Dios a yacer juntos y pueda esta ser fertilizada.
El fuego se mantenía toda la noche y a la mañana, si al mirarlo veían indicios de que el Dios había acudido, la invocación había tenido éxito, y el año quedaba preñado.
Las plantas utilizadas en el Solsticio de Invierno, debían ser quemadas y renovadas, para deshacernos del pasado y mirar hacia el futuro.
Hoy en día aun, en algunas comunidades rurales, en el atardecer, se recorre las tierras con una vara o “makilla” para recordarle a la tierra, que es el momento de despertar.
Imbolc, se considera el inicio de la primavera, y se cree, que si este día hace malo, es que el invierno ha terminado, pero si hace bueno, es que aún se prolongara por un tiempo.

La sombra y la luz se encuentran en equilibrio. Ambas fuerzas se miran como iguales, pero es el momento donde el poder de la luz va dominando a la oscuridad.
El equinoccio de primavera debe estar representado por una Rueda Solar, pues como fiesta solar refleja el eterno tema del fuego y la luz que han sobrevivido a la oscuridad. La Rueda Solar como ya sabemos, es el círculo dividido en cuatro partes símbolo arquetípico del equilibrio y la totalidad
Aunque conocemos esta festividad como La Pascua, en Inglaterra la palabra usada para designarla es “Easter”, la divinidad pre-cristiana creadora del Huevo Cósmico. El huevo de Pascua, así mismo precristiano, originariamente era un huevo de serpiente. Los druidas cogían huevos de serpiente y los cocían en una infusión de tojo, que les daban un color rojizo (sol).
Actualmente se usan huevos de gallina, pero con el mismo significado.
El nombre Easter también nos traslada hacia una serie de divinidades femeninas relacionadas con la fertilidad, el amor y sobre todo con la primavera. El conejo es su símbolo y como ella, también representa la fertilidad
El sol como consorte de la tierra, es el principio que reinstaura la vida en ella a través de su calor y luz, renaciendo simbólicamente en el Solsticio de Invierno, y alcanzando fuerza en el Equinoccio de Primavera.
En esta festividad debe saltarse la hoguera o el caldero para pedir lo que deseemos a la energía creadora que desciende hacia nosotros en esos momentos.

Fiesta de la Fertilidad y el Fuego. Una de las dos más importantes para nosotros del calendario celta (la otra es Samhain). Indica el comienzo del verano.
El Roble, es el árbol del Señor del Año Creciente, el Espino Blanco, en esta estación es el árbol de la Diosa Blanca – Doncella. En la antigüedad, se creía que traía mala suerte, cortar ramas de espino y llevarlas dentro de casa. Solo en el primero de Mayo, se rompía temporalmente esa prohibición, cuando se permitía cortar pequeñas ramas en honor a la deidad.
Como es un árbol que no florece en estas fechas, se utiliza solo sus hojas como adorno en el ritual, y se mezclan con flores de endrino o espino negro que si florece en esta época. El endrino también es un árbol de la Diosa, pero pertenece a su aspecto oscuro. Solía considerarse un árbol que traía mala suerte. Pero temer el aspecto oscuro de la Diosa, es negarle su poder sobre la muerte para poder regalarnos la nueva vida.
Es la fiesta de la misteriosa mujer que se presenta- “ni vestida ni desnuda – ni a pie ni a caballo – ni sobre el agua ni sobre la tierra “y que es fácilmente reconocible como el aspecto de una deidad de amor – muerte.
Por lo tanto, Beltane es una fiesta desinhibida de la sexualidad y fertilidad humana. El Palo de Mayo (falo) y el agujero (útero) donde se introducía en la tierra, era símbolos del cubrir un hombre a una mujer. Bailar alrededor del Palo de Mayo, los matrimonios del bosque, y permanecer despierta toda la noche para ver la salida del sol…Eran actividades inequívocas que religiones consideradas hoy mayoritarias y sus seguidores suprimieron con piadosa e hipócrita intolerancia.

La importancia del Dios del Año Creciente (Rey del Roble) en esta festividad es clara. Es el día más largo del año, y el sol esta brillante, fuerte y alto. En este momento, los que celebramos esta festividad, le saludamos y honramos en la cima de su ciclo anual. Se le pide que siga haciendo huir los poderes de la oscuridad. Es la festividad más celebrada, ya que nos regocijamos de la abundancia del año, en el apogeo de su fuerza, luz y calor.
Sin embargo también se tiene en cuenta que a partir de ese apogeo, comienza el proceso del declinar del año. Comienza poco a poco el poder del Dios del Año Menguante (Rey del Acebo).
La vida es un proceso, no un estado, y estas festividades son un medio de sintonizar con este proceso.
En esta fecha en la que el Rey del Roble, cae derrotado por su hermano y gemelo el Rey del Acebo se refleja que el culminante momento del caluroso verano, es también, por su propia naturaleza, el comienzo inexorable del caminar hacia la oscuridad del Solsticio de Invierno, cuando el Rey del Acebo a su vez morirá en manos de un renacido Rey del Roble.
Pero, ¿cuál es el papel de la Deidad Femenina en esta festividad? La Diosa a diferencia del Dios, nunca muere para volver a nacer. En realidad nunca cambia, sino que presenta diferentes aspectos. En el Solsticio Estival, la Diosa muestra su aspecto de muerte en la vida, su cuerpo terrenal es exuberantemente fecundo y sensual, abrazando al Dios Solar en el cenit de su poder. Sin embargo sabe que se trata de un cenit transitorio y al mismo tiempo preside la muerte del Rey del Roble y la entronización de su oscuro gemelo (necesario y positivo). En esta festividad en su Danzar a la Vida nos dice. “Todo cambia, nada es”
El Solsticio Estival, es una festividad del fuego y del agua como representación de ambos.

Lughnassad
Poco a poco la Rueda del año va girando…, se mueve hacia el Sur-Oeste, allí donde el fuego y el agua se encuentran. Es un momento para dar gracias a la mágica conjunción de la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego… que entre todos producen los alimentos que nos sustentan.
Lughnassad marca el comienzo de la época de la cosecha, la maduración de las primeras frutas, la germinación de la semilla… la recolección del alimento.
Fue tradicionalmente un tiempo de reunión de la comunidad, de ferias, de fiestas, carreras de caballos y reuniones con familiares y amistades distantes. En la luna de Lughnassad, los clanes se reúnen. Juegan y prueban su habilidad en los juegos.
Los druidas zanjan conflictos y restablecen límites.
Este es un tiempo favorable para “handfastings” (bodas) – matrimonios de prueba que duraban generalmente un año y un día, con la opción de finalizar el contrato antes del nuevo año o formalizarlo como un matrimonio más permanente.
Una parte tradicional de las celebraciones que rodeaban Lughnassad fue los juramentos. Es decir, los contratos de empleo y otros negocios de naturaleza mundana se firmaban y renovaban en esta época del año, Debido a que el año agrícola tenía su culminación en la cosecha y los festivales de la cosecha, tiene sentido que los contratos que tenían relación con él se realizaran en ese momento.
Por supuesto, en Lughnassad se celebraba un ritual de fertilidad que simbolizaba el éxito de la unión sagrada celebrada en Beltane y su culminación con la aparición de los primeros frutos de la tierra. Es por ello que era un tiempo de honrar y dar gracias a la Madre Tierra por su abundancia y a su consorte por su fertilidad.
Lughnassad es también el festival donde se parte y comparte el primer pan de la cosecha en el nombre de las Deidades dadoras de vida. Una época para disfrutar y celebrar los resultados de nuestro trabajo diario.
Pero no se trata solamente de una cosecha de grano y frutos, sino también de una cosecha espiritual: es el momento de empezar a prepararse física y anímicamente para los meses del invierno que pronto llegarán.
Lughnassad marca el inicio del otoño, de su luz menguante, siendo la época en que el Dios Sol (Lugh) nos ha proporcionado su vitalidad y comienza a perder fuerza, madurando y sacrificando su vida para nutrir al mundo.
La Diosa, en su plenitud de Madre Tierra, observa con mezcla de alegría y tristeza como su hijo se entrega y como vuelve a darle vida en su seno para alumbrarle una vez más en la festividad del Solsticio de Invierno o Alban Arthuan
Son momentos propicios para la introspección y meditación sobre las ganancias obtenidas durante el año, los tesoros encontrados, amigos, éxitos y todo aquello que hemos ido sembrando y que finalmente se cosechan, convirtiéndose en una realidad al recoger sus frutos.

Los dos equinoccios son periodos de equilibrio, el día y la noche son iguales y la corriente del transcurso del año fluye con regularidad, pero mientras el equinoccio de primavera manifiesta el equilibrio de un atleta preparado para la acción, el sentido del equinoccio de otoño es el del descanso después del trabajo.
El sol está a punto de entrar en el signo de Libra, la Balanza. El equinoccio de otoño representa el Reposo. Las cosechas han sido almacenadas, tanto de grano como las frutas, y el Sol, aunque más suave y menos ardiente que en días anteriores, todavía nos acompaña.
El equinoccio de otoño señala la conclusión de la cosecha, así como la acción de gracias por la abundancia, haciendo hincapié en la futura vuelta de esa abundancia.
Es un período muy propicio para los misterios, porque, como en cualquier momento de paso, el velo entre los mundos se vuelve más fino, y por tanto es posible comprender verdades antiguas y ocultas.
Es época de dejarse ir, la naturaleza se despide con sus múltiples colores, ocres, rojos, amarillos siendo para nuestros ojos una despedida visual maravillosa. Llenando nuestra retina de una gama de colores inmensos, que gradualmente llegaran al negro, el tiempo de paso entre los verdes de los árboles y los amarillos de los campos segados y cosechados.
Los equinoccios son periodos de equilibrio. Nuestra actividad física se retrae y en contrapartida nuestro interior se activa para llegar al Oeste, al agua, y con fluidez comenzar a navegar hacia la oscuridad de la Tierra para descansar, y así conocernos y comprender lo importante del giro de la rueda del año. Nada podemos hacer, a no ser dejarnos ir, para un nuevo cambio y transformación.

La víspera del 1 de Noviembre. Es la contrapartida del 1 de Mayo que celebra la llegada del verano. Para los celtas aun significaba más, era la llegada del Año Nuevo, el misterioso momento que no pertenece al pasado ni al presente, ni a este Mundo ni al Otro.
Samhain esa también por una parte un tiempo de propiciación, de adivinación y comunión con los muertos, y por otra parte, una alegre fiesta para no olvidar la desafiante afirmación de la vida y la fertilidad en la misma cara de la oscuridad final.
Antiguamente se celebraba con sacrificio humano. O bien eran sacrificados prisioneros de guerra, que elegían morir antes de servir como esclavos, o el sacrificado era un anciano rey, que ofrecía su sangre para fortalecer la tierra en su época de descanso, y hacer que en primavera se despertara llena de fuerza y vitalidad. Ni que decir tiene que estos sacrificios se realizaban con fuego.
Más adelante el sacrificio propiciatorio se realizó simbólicamente.
También se celebraba la llegada del Dios del Caos y la Diosa Primigenia, una vuelta al caos primordial…, la disolución del orden establecido como preludio a su recreación en el nuevo periodo de tiempo.

Señala el renacimiento del Dios del Año Creciente (Rey del Roble) y la muerte del Dios del Año Menguante (Rey del Acebo) a manos de su hermano gemelo de luz.
La Diosa que en el Solsticio de Verano mostraba su aspecto de muerte en la vida, ahora lo hace en su aspecto de vida en la muerte, pues aunque en esta estación es la Dama de Blanco de la fría oscuridad, será el periodo en que tenga al Hijo-Prometido, al Hijo-Amante que volverá de nuevo a fertilizarla trayendo la luz y el calor a su reino.
En esta festividad se celebra el transito del ciclo anual de las tinieblas a la luz.
Con demasiada frecuencia, el armonioso equilibrio entre la oscuridad y la luz, el necesario crecimiento y declinación, han sido distorsionados confundiéndolos como una idea entre el bien y el mal.
Esta creencia, no ha hecho más que degradar el papel del Rey del Acebo, pasándolo de ser el que anuncia el invierno, el descanso, la introspección (la oscuridad), con el diablo cristiano que personifica el mal, y eso queda muy lejos de la realidad.
En las islas Británicas, en la actualidad y en esta fecha se practica la caza del reyezuelo (representación del Año Menguante). El reyezuelo es asesinado por su contrapartida del Año Creciente, el petirrojo, que le encuentra ocultándose en un arbusto de acebo.
El árbol del petirrojo es el abedul, árbol que sigue al solsticio de invierno, en el árbol-calendario de los celtas. En esta caza, los hombres persiguen y matan al reyezuelo con varas de abedul.
Sin embargo es difícil de entender la ausencia de este mismo rito, en el solsticio de verano, donde se debería matar al petirrojo. ¿Podría ser porque representa “La Luz”, y por desgracia no hay la misma consideración con el reyezuelo porque representa “La Sombra”?… es una posibilidad.
Parece ser que la utilización de estas aves, correspondería a la sustitución de las personas que en la antigüedad interpretaban ese papel, por animales, en el caso de la realización del ritual de sacrificio “verdadero”.
Aún en la actualidad, en muchos lugares se cree que hay que sacar fuera de la casa todos los adornos hechos con acebo después de Navidad, pues se considera que a partir de entonces este símbolo del año menguante ya no es necesario y pueda ser una afrenta para el año creciente que llega.
